Porsche Cazador de instantes. Conectado a la corriente con total relajación.

Cazador de instantes. Conectado a la corriente con total relajación.

Un viaje en coche por Andalucía en el nuevo Taycan.
Estilo de vida
Tiempo de lectura: 8 min
1/7/2020

Inspiro profundamente este aire salado. Se ha levantado viento, las olas se apresuran hacia la playa. Abro los ojos y miro las nubes que se posan sobre el horizonte y se perfilan marcadamente contra el cielo. Distribuyen la luz del sol de la tarde, que ilumina toda la playa con una luz anaranjada única. A pesar del viento fresco no tengo frío, los últimos rayos del día me calientan.

Inicio del viaje desde la costa sur

Me puse en marcha un día antes en una pequeña ciudad en la costa sur de España. Agarré mi cámara, me senté en el Taycan y elegí un destino que prometiese motivos gratificantes incluso con mal tiempo. Así, mi próxima parada sería Málaga, no muy lejos y perfectamente situada para recorrer de camino un bonito tramo por la carretera que bordea la costa mediterránea.

Esta espontaneidad es lo que, como fotógrafo, me encanta. Por supuesto, vivo de la fotografía. Pero lo que me llevo conmigo de un viaje así significa para mí mucho más que imágenes: los encuentros con personas en ciudades, en el campo o en mercados me inspiran y enriquecen mi vida. Mi cámara agudiza mis sentidos y los guía.

Esta me lleva hasta el mercado de Málaga, el Mercado Central de Atarazanas. A través del portal de entrada, con el enorme ventanal de cristal que muestra motivos de varios monumentos de Málaga, se accede al bullicio. Entre todos los puestos y mostradores de frutas, pescado, carne, café, queso, verduras y especias, reina un ajetreo y un gentío que ya recuerda a los mercados árabes del otro lado del Mediterráneo.

Después de un rato, me pongo en marcha. Quiero llegar hoy a Ronda.

Un destino de mi lista de deseos

En realidad, en mis viajes, me encanta la aspereza, la incomodidad, la salida de la zona de confort. Desde las vacaciones de mi infancia, que pasaba con mis padres en el coche y en cabañas en Escandinavia, generalmente me siento más atraído por el norte que por el sur. Una noche en una sencilla cabaña sin electricidad ni agua corriente en las montañas nevadas de Noruega significa más para mí que la comodidad de un hotel: aunque en el momento resulta cualquier cosa menos lujoso, esta sencillez es con frecuencia, considerada en retrospectiva, lo que le confiere encanto al viaje. Haber abandonado la zona de confort por una buena imagen.

Pero esto no quiere decir que el deseo de sencillez dicte mis destinos de viaje; no, el objetivo de mis viajes es captar momentos que queden fijados en mi cabeza y no en mi cámara.

Hace mucho tiempo que Ronda forma parte de mi lista de deseos: Me fascinan las imágenes de la ciudad, cuyo extremo sur está separado del resto de la ciudad por una garganta gigantesca y unido a ella solo por dos puentes históricos.

Sin embargo, hoy es así.

Partiendo de Málaga, de la entrada del mercado que acabo de abandonar, emprendo el camino sinuoso hacia Torcal en medio de una niebla muy densa. Hago una parada intermedia: el espectacular paisaje kárstico ofrece un entorno emocionante para tomar fotos. Surgió a partir del conocido como relieve invertido: Lo que hoy emerge como acantilados escarpados fue hace unos 7 millones de años el fondo marino, por lo que las formaciones rocosas están llenas de conchas fosilizadas. Al continuar viaje hacia Ronda, paso por El Burgo, donde mejora el tiempo y me regala una hermosísima puesta de sol. Llego a Ronda por la noche y deambulo aún un rato, bajo la luz anaranjada de las farolas, por las estrechas callejuelas del sinuoso casco antiguo.

Hacia Zahara de la Sierra

La noche mostraba un cielo claro y estrellado, y en consecuencia resultaba cualquier cosa menos cálida. Pero si se quiere tomar fotos con un ambiente lumínico especial, hay que asumir las consecuencias. De acuerdo, lo hago con gusto. Así que llego puntual para la hora azul en el famoso puente de Ronda y espero el amanecer. A través del barranco, que corta el terreno como una grieta irregular y separa la parte antigua de la ciudad de la nueva, uno tiene la sensación de estar al mismo tiempo en la civilización y en un lugar salvaje. Podría pensarse que se está en el Gran Cañón, pero solo unos pocos cientos de metros más allá, en los cafés, ya late la vida. En uno de ellos me refugio después de un rato para entrar en calor con un buen desayuno. La siguiente parada es el castillo de Zahara de la Sierra:

En el transcurso de la mañana dejo Ronda atrás, y enseguida me encuentro avanzando por carreteras estrechas y, sobre todo, empinadas hacia el elevado mirador que ofrece una panorámica sobre el lago. El Taycan demuestra una vez más ser un compañero de viaje perfecto. En el fondo del valle, sobre el agua turquesa proyectan sus sombras los cúmulos blancos y densos, hinchados como una coliflor sobre las montañas. Salgo del Taycan y dejo que la impresionante vista haga su efecto sobre mí.

Continuamos a lo largo de la hermosa Sierra de Grazalema hacia la costa atlántica. Durante el viaje, el Taycan llama la atención una y otra vez: en una rotonda de dos carriles, dos coches de caballos casi acaban en el arcén. Por suerte, consiguieron trazar la curva, en el sentido más literal.

Junto al Atlántico

La playa, que acababa de sumergirse en este naranja único, resplandece ahora en un púrpura intenso, a una hora en coche al norte de Gibraltar. Entre tanto, el sol casi se ha ocultado y la playa, toda la escena, se inunda de una luz surrealista. Una vez más inspiro profundamente el aire saldo y no puedo evitar pensar en el pasado, en Cuxhaven, donde crecí. A menudo iba con mis amigos por la noche a la playa, donde contemplábamos la puesta de sol. Escuchábamos las olas cuando había marea alta, y el crujido de la arena con marea baja. Y no volvíamos a casa hasta mucho después de que el Sol hubiera desaparecido tras el horizonte, el sordo murmullo de las olas a nuestras espaldas.

Probablemente es esta autodeterminación que siento de nuevo justo ahora, justo aquí, y que hace que este instante sea tan valioso.

"El objetivo de mi viaje es captar momentos que queden fijados en mi cabeza y no en mi cámara."

El segundo día de mi viaje en coche está llegando a su fin, la puerta del Taycan se cierra bien ajustada.

En la capital de Andalucía

Aún hace fresco. Me siento fuera, en la terraza del hotel, para desayunar. El sol ha salido hace algunos minutos, sus rayos me calientan.

Un momento como el de ayer en la playa resuena durante mucho tiempo después.

Observado con sobriedad, los fotones llegan al sensor de mi cámara a través del objetivo, y el sensor captura lo que veo en ese momento: luz púrpura, nubes sobre las olas, una playa. En el mejor de los casos, habrá surgido una buena foto para mi canal de Instagram, con la que conseguiré conmover a la gente. Pero ninguna cámara puede captar el modo en que los fotones graban a fuego en mi cabeza un momento así, durante años, durante décadas a veces, quizá durante toda mi vida.

Para finalizar mi viaje por carretera, hoy me dirijo Sevilla. Mar, montañas, bosques, aridez, pequeños lugares alegres como Ronda y la capital de Andalucía: mis tres días en el sur de España difícilmente podrían haber sido más variados. He descubierto docenas de nuevas formas de mirar para mí mismo y para los demás, y he capturado fotones en imágenes. Pero lo que me llevo conmigo de un viaje así significa para mí mucho más que las imágenes.